La presencia de las mujeres inmigrantes en los medios de comunicación: entre la diferencia y la desigualdad socialAlicia REIGADA OLAIZOLAGrupo de Investigación GEISA, Universidad de SevillaV Jornadas de Inmigración, Conil de la Frontera, 28-30 septiembre 2006
Nos gustaría comenzar esta ponencia, centrada en el análisis de la presencia que tienen las mujeres inmigrantes en los medios de comunicación y las representaciones que se construyen sobre ellas, deteniéndonos brevemente en tres puntos de reflexión que se refieren al lugar desde el que debemos pensar los tres vértices que confluyen en la realidad que nos proponemos estudiar: la comunicación, el género y la migración. Esta reflexión previa nos permitirá así definir nuestro punto de partida. I) Pensar la comunicación masiva.El primero de estos aspectos se refiere al modo en que concebimos el papel que juegan los medios de comunicación en las sociedades contemporáneas. Como bien se viene anunciando desde hace ya más de dos décadas, en el contexto actual de la globalización los medios de comunicación de masas han pasado a ocupar un lugar central en la configuración de nuestras sociedades: 1) en tanto que instrumentos al servicio de las elites dominantes y, por tanto, reproductores del status quo; 2) como agentes de socialización, llegando a suplir en ocasiones las labores que antes cubrían la familia o la escuela; 3) en tercer lugar, los medios de comunicación y las nuevas tecnologías de la información constituyen uno de los pilares centrales del proyecto globalizador, que ha provocado importantes rupturas espacio-temporales, conectando entre sí diversas partes del planeta alejadas geográficamente e inundando diversas esferas (los hogares, el trabajo, la sanidad, la escuela, la política, la economía...) de unas sociedades cada vez más tecnologizadas e informatizadas. Sin embargo, a todo ello debemos añadir una dimensión más de la comunicación masiva no siempre tenida en cuenta y que resulta fundamental para comprender precisamente el papel que juegan los medios de comunicación en la configuración de las sociedades multiculturales, nos referimos a su dimensión como mediadores culturales. Frente a la visión que continúa considerando los medios de comunicación, y más concretamente los géneros informativos, como un puro reflejo de la realidad sobre la que informan, en nombre de la objetividad y neutralidad informativa (“los medios reflejan la realidad”), pero también frente a aquélla otra visión que, desde el polo opuesto, reduce los medios de comunicación a meros manipuladores de la “verdadera” realidad, centrándose únicamente en los efectos que los medios tienen sobre una audiencia considerada pasiva y homogénea (“los medios manipulan la realidad”), nuestra reflexión intenta partir de una concepción más compleja de los medios de comunicación que los define como agentes de mediación social y de construcción de realidad social (“los medios median nuestras relaciones sociales y los medios construyen realidades sociales”). Por lo tanto, no debemos atender tanto, o al menos no sólo, al modo en que “distorsionan” o “manipulan” las vidas de las mujeres inmigrantes, sino más bien al modo en que los medios de comunicación diariamente construyen, a través de discursos, representaciones e imaginarios sociales, la realidad de las mujeres inmigrantes asentadas en nuestro país y la manera en que median nuestras relaciones con los mujeres y hombres inmigrantes en la vida cotidiana. Los medios no se limitan a reflejar la diversidad cultural de nuestras sociedades sino que además la gestionan y configuran al establecer determinadas lógicas de producción y acceso a la información, pautas de relación, modelos de comportamiento y representaciones de la inmigración. Queda por analizar, sin embargo, en qué medida éstos se convierten en espacios de diálogo y encuentro intercultural o, por el contrario, en fronteras para la comunicación, en fronteras de género y en fronteras culturales. II) Pensar las relaciones de género.Una vez que hemos partido de una concepción compleja que entiende la comunicación no como un mero dato, objeto o mensaje sino en términos procesuales y relacionales, es decir, la comunicación concebida como un proceso cultural, como una forma de relación y mediación social, debemos detenernos en el segundo de los vértices o puntos de reflexión planteados, aquel que se refiere al enfoque de género. La creciente institucionalización que han tenido los estudios de género en la academia, ligado a los procesos de institucionalización que ha sufrido una parte del movimiento feminista, nos lleva a reflexionar sobre las consecuencias que derivan de dicha tendencia, la cual, sin negar los avances obtenidos tras la extensión de las reivindicaciones feministas a distintos ámbitos de la sociedad, entre ellos las universidades, centros de investigación e instituciones públicas de diversa índole, ha supuesto una pérdida significativa de su componente crítico originario. Si nos detenemos ante la proliferación de estudios, publicaciones, master y proyectos que hacen alusión a la temática del género, podemos comprobar cómo muchos de ellos no incorporan un análisis integral y crítico sobre esta problemática social, sino que más bien están desconectados de la base teórica y política que dio origen a este campo de estudio: la teoría feminista. El enfoque de género desde el que son planteados estos estudios, publicaciones y proyectos presenta en no pocas ocasiones las siguientes limitaciones: la reducción la teoría feminista al análisis del género, obviando con ello que este último no agota la totalidad del pensamiento feminista ni puede sustituirlo, pues el género es sólo una de las categorías de análisis que interesa estudiar a la perspectiva feminista; la utilización de la noción de género como sinónimo de mujer (creando una serie de temas o departamentos estancos que se consideran problema o de interés de las mujeres); el abandono, por tanto, de los enfoques contextuales y relacionales que abordan la realidad de las mujeres en relación con la de los hombres y que articulan diferentes categorías de análisis (el género junto a la etnicidad, la raza, la clase social, la sexualidad...); finalmente, el abandono del análisis de la desigualdad y del poder, mostrándose incapaz de explicar las causas estructurales de la desigualdad social. III) Pensar las migraciones femeninas. Sin embargo, aplicar el pensamiento feminista al estudio de las migraciones protagonizadas por mujeres nos invita a ir más allá de la revisión crítica realizada al enfoque de género que se ha institucionalizado en los últimos años, puesto que debemos (re)pensar también el lugar desde el que las feministas occidentales interpretamos y estudiamos la realidad de las mujeres inmigrantes. A ello debemos sumar las revisiones autocríticas que desde hace ya años se vienen realizando a determinadas áreas de investigación (entre ellas la Antropología) pero también a determinadas ONGs que dirigen únicamente su atención hacia culturas y comunidades no occidentales, hacia los denominados Otros culturales, obviando con ello el análisis crítico de nuestra propia sociedad. Como antropóloga y feminista preocupada por estudiar las migraciones femeninas, en cierto modo la situación de las Otras culturales, no puedo dejar a un lado la cuestión central del lugar desde el que observamos las vidas de estas mujeres. Esta cuestión aparece íntimamente ligada al debate de la representación de los grupos subalternos. En mis investigaciones nunca he pretendido hablar en nombre de, o representar la voz de las mujeres inmigrantes, sino más bien conocer y explicar las lógicas de organización de nuestra propia sociedad tras el incremento y la feminización de las migraciones internacionales, y ello supone incorporar una nueva mirada capaz de contemplar la sociedad desde las experiencias y situaciones de partida de estas mujeres. En este sentido, la idea de estudiar los discursos elaborados sobre las mujeres inmigrantes en los medios de comunicación españoles nos alerta de la necesidad de dejar de pensar las vidas de las mujeres inmigrantes como si sus vidas fuesen ajenas a nuestra realidad y nuestra cultura, como si nos limitásemos a estudiar la situación en la que se encuentran las denominadas “Otras Culturales”. Más bien considero que estudiar tales representaciones y discursos constituye uno de los posibles caminos para comprender las lógicas de pensamiento, organización y comunicación de nuestras propias sociedades, el modo en que se interpreta la diferencia cultural y las formas desde las que pensamos y nos relacionamos con los distintos grupos de inmigrantes, ya que el estudio de la comunicación constituye una vía importante de aproximación a una parte de la historia de nuestras sociedades que, en este caso, está relacionada con la configuración de un nuevo panorama mundial marcado por los encuentros y desencuentros interculturales. Para analizar cómo se construye en los medios de comunicación la realidad social de la inmigración femenina asentada en nuestro país realizaremos un recorrido por algunos de los discursos y representaciones más consolidadas en la prensa española sobre las mujeres inmigrantes, a fin de conocer cómo nos muestran sus vidas y experiencias, que imagen nos ofrecen de ellas. La amplitud y diversidad de discursos que circulan en los medios de comunicación sobre la inmigración femenina nos obliga a reducir nuestro ámbito de estudio a una muestra delimitada: nos centraremos en algunas de las principales estrategias discursivas empleadas en la construcción de dos modelos de representación, el de las mujeres marroquíes y el de las mujeres procedentes de Europa del Este contratadas en el cultivo de la fresa de Huelva. Concretamente nos detendremos en el género informativo en prensa (noticias y reportajes), por ser éste un género que se sigue pensando como neutral y objetivo, como un género que se limita a informar de forma veraz sobre los acontecimientos que narra. - La presencia de las mujeres inmigrantes en la prensa española de referencia. Análisis aplicado.
En los últimos años hemos podido observar un notable incremento de noticias publicadas en los diarios nacionales sobre inmigración. Queda por descubrir el modo en que la inmigración extracomunitaria se ha convertido en un hecho noticiable. Si bien es cierto que la creciente relevancia mediática que está adquiriendo este fenómeno es reflejo, en parte, de la importancia que se le concede actualmente en los demás ámbitos de la vida social española, no podemos obviar las propias lógicas que rigen el funcionamiento de los medios y los criterios que imponen a la hora de establecer qué hecho es noticiable y cuál no. La rentabilidad, la actualidad, la espectacularización o el sensacionalismo son algunas de estas lógicas a las que parecen ajustarse (o ser ajustados) los temas sobre inmigración, de ahí que hayan logrado ocupar un espacio en la agenda temática.En este sentido, resulta fundamental atender al papel que han jugado los medios de comunicación en el proceso de visibilización de las mujeres inmigrantes en los países receptores. Éstos no se han limitado simplemente a reflejar la aparición de un nuevo fenómeno social, esto es, el incremento de las migraciones femeninas que se viene produciendo desde los años noventa y que supone una modificación en el perfil de los flujos migratorios tradicionalmente protagonizados por hombres, sino que los medios de comunicación de masas han contribuido notablemente a este proceso. Sin embargo, todavía es necesario analizar cómo se ha empezado a hacer visible la inmigración femenina, desde qué posiciones y puntos de vista se ha intervenido en este proceso, qué estrategias y mecanismos se han utilizado y cuáles son los aspectos de sus vidas que se han visibilizado –y a veces hipervisibilizado- frente a los que, por el contrario, continúan siendo silenciados. Indagar en estas cuestiones supone profundizar en los discursos elaborados sobre las mujeres inmigrantes y en la capacidad que poseen los mass media para establecer los temas considerados socialmente relevantes frente a los que no lo son así como las formas y los parámetros desde los que los ciudadanos debemos pensar e interpretar tales temas (Alsina, 1989). No podemos obviar que el discurso mediático, en tanto que discurso público, tiene una gran capacidad para construir la opinión pública, especialmente cuando se trata de temas sociales, como el de la inmigración, en los que los medios de comunicación se convierten en una de las principales fuentes de información (o desinformación) y de mediación ya que, en muchas ocasiones, los ciudadanos no acceden de forma directa a una parte importante del discurso jurídico, político, académico, policial y gubernamental, sino que lo conocen a través de su transmisión en los medios de comunicación, y además muchos ciudadanos no tienen un contacto directo en su vida cotidiana con estos colectivos de mujeres.Una primera revisión de los textos informativos –noticias y reportajes- publicados sobre temas relacionados con la inmigración nos ha permitido establecer dos consideraciones previas. En primer lugar, cabe destacar la escasa presencia de noticias protagonizadas por mujeres inmigrantes en la prensa española en comparación, por ejemplo, con las noticias sobre temas relacionados con la inmigración en general en las que o bien se prima la visión de los portavoces y elites de la sociedad receptora o de los hombres inmigrantes o bien se abordan los temas sin atender a la situación específica en la que se encuentran las mujeres. Se obvia, por ejemplo, la perspectiva de género a la hora de abordar una noticia sobre la Ley de Extranjería, la cual tiene consecuencias específicas sobre la realidad de las mujeres inmigrantes, o en informaciones sobre los encierros de inmigrantes y en otro tipo de manifestaciones y movilizaciones, en noticias que hablan sobre los procesos de regularización que aprueba el Gobierno, sobre las expulsiones de inmigrantes, en muchas de las informaciones sobre mercado de trabajo, en las noticias que informan sobre brotes de racismo y ataques a inmigrantes no comunitarios, o sobre los procesos de integración en los barrios en los que se concentra un mayor número de inmigrantes, etc. En todas estas informaciones, que tanto los autores como la comunidad de lectores piensan que se refieren a “los problemas de la inmigración en general”, realmente las realidades de las mujeres, los factores específicos que condicionan su posición en estos contextos, quedan subsumidas bajo una concepción de la inmigración que la sigue definiendo como masculina, a pesar de la creciente feminización de las migraciones internacionales. En este tipo de noticias se puede observar uno de los tipos de androcentrismo vigente aún en nuestra sociedad, aquel que consiste en la invisibilización de las mujeres en los distintos espacios sociales, en este caso en los medios de comunicación.En segundo lugar, en aquellas noticias en las que las mujeres aparecen como protagonistas suelen presentarse asociadas a ámbitos considerados tradicionalmente como femeninos (tales como la familia, la educación de los hijos, sus habilidades para realizar determinados tipos de trabajos considerados femeninos, etc.) o a temas negativos y problemáticos como el maltrato, la prostitución, el tráfico de mujeres o los problemas de integración (donde destacan las noticias sobre el tema del hijab). Este otro tipo de noticias está marcado por una segunda modalidad de androcentrismo, aquel que ya no tiene tanto que ver con su invisibilización como con la tendencia a representar a las mujeres como sujetos pasivos o a esencializarlas. Es en este segundo tipo es en el que nos centraremos y prestaremos mayor atención, pues es el que predomina en los dos modelos de representación que nos proponemos analizar a continuación. Comenzaremos deteniéndonos en las noticias protagonizadas por mujeres marroquíes.Una de las estrategias fundamentales utilizadas en la construcción de los discursos sobre las mujeres inmigrantes en la prensa española tiene que ver con el universo temático al que hacen referencia (Van Dijk, 1997). Si nos detenemos en los temas a los que aparecen habitualmente asociadas las mujeres inmigrantes marroquíes en la prensa española encontraremos que en su mayoría se trata de temas relacionados con la integración social, o más bien, con “problemas de integración social”. Desde que en 2002 saltara a las portadas de los principales diarios nacionales el caso de Fátima Elidrissi, la niña marroquí que fue expulsada de un colegio de monjas, primero, y de uno público, poco después, por usar el pañuelo islámico, se ha ido configurando y asentando en los medios de comunicación un discurso de las mujeres marroquíes que recoge buena parte de los imaginarios históricamente consolidados en Occidente sobre la mujer arabo-musulmana e incorpora referentes discursivos más recientes, que han ido apareciendo tras el incremento de la inmigración femenina marroquí que llega a nuestro país. La resonancia y cobertura que le dieron los medios de comunicación al caso de esta joven marroquí contribuyó notablemente a que el debate sobre el hijab alcanzase el carácter de debate público en España, y lo hacía marcado por la polémica social. El debate fue plantado en términos de derechos humanos y sumisión de la mujer musulmana, de normas de convivencia y de adaptación e integración social, aunque las opiniones al respecto eran opuestas en los dos polos que participaban del debate: aquellos que consideraban el pañuelo islámico como una costumbre cultural y que reivindicaban el derecho de la mujer musulmana a conservar su cultura en el país de destino, frente a la asimilación cultural, y aquellos otros que, por el contrario, consideraban el pañuelo un símbolo de sumisión que anulaba los derechos de las mujeres musulmanas, además de considerar el pañuelo un elemento de desintegración social y un símbolo de la dificultad que la población marroquí presenta para adaptarse a nuestras normas de convivencia. Sin embargo, a nosotros no nos interesa tanto entrar en el debate en sí, como analizar el modo en que los medios de comunicación plantearon a la opinión pública estos temas y el tipo de representación que derivaba de las mujeres marroquíes en el tratamiento informativo. Desde el gran impacto mediático que tuvo este caso hemos asistido a una proliferación de noticias, reportajes, artículos de opinión y editoriales relacionadas con el tema de la situación de la mujer marroquí. Junto a las noticias sobre el pañuelo islámico son muy numerosas las noticias que insisten igualmente en prácticas culturales consideradas atrasadas y que vulneran la dignidad de las mujeres musulmanas: “Ni música ni gimnasia” (El País) (sobre niñas marroquíes que no asisten a determinadas clases), «En el instituto se aprenden cosas malas de los españoles» (sobre el descenso de niñas marroquíes al llegar a secundaria porque los padres ven en los institutos españoles una amenaza para su cultura), “Una familia musulmana rechaza llevar a sus hijos a un colegio concertado por ser católico” (El País), “Educación denunciará al padre de una marroquí si no va a clase” (El Mundo); “Otro marroquí se niega a escolarizar a su hija en un centro religioso” (ABC); “Condenados en Francia dos matrimonios por practicar la ablación” (ABC); “Una marroquí de 15 años denuncia en Almería a su madre por venderla en matrimonio” (El País); “La Junta andaluza acoge a una marroquí que iba a ser dada en matrimonio” (El País); “En desamparo provisional una niña marroquí a la que querían casar sus padres” (ABC). Especialmente significativo es un reportaje que se publica en el diario, de una página y media de extensión, titulado “Niñas inmigrantes son casadas a la fuerza”. En él no sólo se reitera en varias ocasiones que no se trata de una excepción, sino que “cientos de adolescentes inmigrantes en España son «vendidas» en matrimonios pactados”, como se vuelve a insistir en el titular del despiece -“Hay cientos de casos en Francia, pero llegan pocos”- sino que además en los dos destacados del reportaje se recurre a detalles morbosos y sensacionalistas a través de los cuales se pretende mostrar la violencia de estos casos a los lectores: “Lamiae, 15 años, sufrió traumatismo craneal por la paliza de su padre y quiso suicidarse”; “Bahija, 13 años, escapó de su marido porque la pegaba”. A ello se suma una noticia, incluida en la segunda página del reportaje, titulada “La Fiscalía de Menores propone obligar a las madres a asistir a cursos de derechos humanos”. El titular, y más aún el cuerpo de la noticia, presenta la imagen positiva y ejemplar de una sociedad avanzada, la española, que asume el papel de educar a las madres que proceden de países atrasados y opresores en materia de derechos humanos. Además, no deja de resultar paradójico que tales cursos de derechos humanos vayan dirigidos a las madres, y no a los padres, teniendo en cuenta que los discursos sociales, entre ellos los que emanan de la mayoría de los textos analizados, tienden a centrar la culpabilidad en la figura del padre marroquí, presentado como autoritario y déspota con su esposa e hijas.Las conexiones que se establecen en este mosaico informativo van a contribuir a la construcción de un discurso global en el que las mujeres marroquíes van a aparecer representadas a la vez como un colectivo que no se integra ni adapta a nuestra cultura (pensada como moderna e igualitaria) y como mujeres víctimas de su cultura de origen (pensada ésta como atrasada y desigualitaria). La consideración de la mujer marroquí como un agente pasivo se corresponde con la tendencia a no considerarla como una fuente de información principal. En muchas de estas noticias son, en primer lugar, los portavoces de la sociedad española (representantes políticos, de los colegios, o de ONGs) y, en segundo lugar, los portavoces de las asociaciones de inmigrantes y los propios padres marroquíes los que hablan por ellas. Al considerar como principales y autorizadas unas fuentes de información y excluir otras los periódicos están primando unos puntos de vista frente a otros, y es que el acceso al orden del discurso está atravesado por relaciones de poder.Por otro lado, junto a la tendencia a representarlas como mujeres pasivas, señalábamos una segunda estrategia propia también de este segundo tipo de androcentrismo a partir de la cual la presencia de las mujeres se construye a través de un proceso de esencialización y naturalización de las diferencias étnicas y de sexo-género. En el caso de las mujeres inmigrantes marroquíes es una práctica cultural y religiosa concreta, el uso del pañuelo, la vía para homogeneizar y esencializar a todo un colectivo de mujeres que, aunque tienen diversas situaciones y experiencias de partida, distintas formas de interpretar y practicar su religión y su cultura, acaban siendo definidas a partir de unos mismos parámetros. Es la concepción estática y ahistórica del Islam la que se proyecta sobre las mujeres musulmanas, sobre las que no parece pasar el tiempo ni la historia, en comparación con los discursos que enfatizan los cambios que ha sufrido la situación de la mujer en Occidente. Son mujeres que, a los ojos de los medios, permanecen ancladas en el pasado, en la tradición, entendida esta última como lo inamovible, lo eterno, lo esencial. Estos discursos parecen olvidar que las tradiciones son producto de procesos históricos, que se (re)inventan en los contextos concretos, que cambian y (re)definen sus significados, como olvidan que la propia dualidad tradición/modernidad es también una “invención”, una construcción social que permite a Occidente mantener su hegemonía política, económica y cultural sobre los países arabo-musulmanes. Esta percepción del hijab como símbolo de diferencia cultural nos permite analizar la importancia que adquiere el cuerpo como soporte sobre el que se materializan e inscriben las diferencias. En este caso, resulta especialmente representativo precisamente la forma con que esta prenda oculta una parte del cuerpo, la cabeza, lo que para la mirada occidental se traduce en una mezcla de rechazo, exotismo y misterio. La arabista Vanesa Casanova (2001a), haciendo referencia precisamente a la situación de la mujer árabe, considera la vestimenta y el cuerpo de la mujer como elementos fundamentales en el mantenimiento del orden social, lo que explica que hayan pasado a ocupar el centro de muchos de los conflictos ideológicos y culturales que se han desarrollado en el contexto postcolonial.Este universo temático que contribuye a construir una imagen de la mujer marroquí como diferente y alejada de nuestra cultura y como víctima se su religión y su país de origen aparece ligada a otro conjunto de noticias más amplio que igualmente sumergen a las mujeres inmigrantes en general, es decir procedentes de distintas nacionalidades y no ya sólo de Marruecos, en el escenario de la vulnerabilidad y debilidad social a la vez que, como en el caso de las noticias sobre el pañuelo, se recurre a un tratamiento espectacular. Ejemplo de ello son las numerosas noticias que tratan sobre las condiciones en las que las mujeres inmigrantes cruzan el Estrecho para llegar a España: “Una mujer marroquí da a luz en una patera que navegaba hacia Lanzarote” (ABC). En la misma línea se sitúan las noticias sobre sucesos que vuelven a situar a la mujer en situaciones de indefensión: “Muere quemada y golpeada una mujer argelina de 35 años en Valencia” (El País); “Una inmigrante sin papeles asesinada en el bar que limpiaba por dos atracadores” (El Mundo), “Tres ecuatorianas asesinadas en 90 días”. Otros de los textos que podemos tomar como ejemplo son aquellos relacionados con la prostitución y la trata de blancas: “Un proxeneta compra por 6.000 euros a una joven para prostituirla” (El País). Nos detendremos en el tratamiento que El Mundo le da a esta información por resultar especialmente significativo. El reportaje, titulado “Cuatro meses de vejaciones” (publicado en M2, la revista diaria de El Mundo), incluye una entradilla con el cuerpo de letra mucho mayor de lo normal en la que presenta el tema: “Trata de blancas: Tania llegó a Madrid el pasado mes de febrero bajo engaños. Fue amenazada, agredida, explotada sexualmente y vendida por 6.000 euros a un violento proxeneta. Consiguió escapar de ese calvario y ahora se plantea un nuevo futuro”. Bajo la entradilla se presenta el título del reportaje en el que se destaca con un tamaño de letra mayor la palabra vejaciones, y en el centro de la página un dibujo que ocupa tres columnas de ancho y media página de largo en el que se representa a una joven muy delgada acurrucada en el suelo, en ropa interior, con unas manchas negras en distintas partes del cuerpo que simulan heridas o sangre, con un zapato de tacón tirado a su derecha y un cártel que cuelga del tobillo en el que se indica la cantidad por la que ha sido vendida: 6.000 euros. El dramatismo y el sensacionalismo de la imagen visual se corresponde así con el tono de la entradilla y el titular. Todas estas noticias sobre mujeres vendidas en matrimonios, obligadas a usar el hijab y someterse a la religión musulmana, sobre la ablación de clítoris, mujeres que dan a luz en una patera o que son asesinadas contribuyen a construir una imagen miserabilista de las mujeres inmigrantes marroquíes. Gerard Imbert (1993) ha analizado la centralidad que adquiere la violencia en todo el discurso social contemporáneo, especialmente en un contexto dominado por la cultura de la imagen. En sus reflexiones relaciona la espectacularización de la violencia con la intromisión de los medios de comunicación en la vida privada, lo que definiría como la hipertrofia del ver, en un contexto mediático caracterizado por la vuelta del suceso y el sensacionalismo, que sería como una visibilización excesiva de la realidad, una dramatización del relato. Pero la violencia no está sólo en la representación de sí misma (en la reproducción de una violencia “real”, de un hecho de actualidad), sino que también “hay una «violencia de la representación» consistente en hacer de la violencia un espectáculo e imponerlo como algo natural” (Imbert: 1993, 62). El segundo modelo de representación que nos proponemos analizar es aquel construido sobre las mujeres inmigrantes procedentes de Europa del Este contratadas en origen para trabajar en el cultivo de la fresa de Huelva. Hemos tomado este segundo ejemplo porque se ajusta a un tipo de discurso bien distinto al que acabamos de comentar, a pesar de que, como veremos, las estrategias discursivas son similares, el modelo de representación que se construye es, en muchos aspectos, opuestos al de la representación anterior sobre la mujer marroquí. Un recorrido por las noticias publicadas desde el año 2002, en el que se consolidó y extendió el sistema de contratación en origen de mujeres de Europa del Este y saltó el tema a los medios de comunicación, nos permite observar cómo recurrentemente la llegada de este colectivo de mujeres inmigrantes y su experiencia e integración en la zona tiende a explicarse a partir de temas o cuestiones relacionadas con su aspecto físico y con el impacto que ha tenido la llegada de tantas mujeres a los pequeños pueblos onubenses: por un lado, el impacto y los conflictos sociales derivados de las relaciones sentimentales o matrimoniales que mantienen con hombres onubenses y, por otro lado, el desplazamiento y rechazo que, tras la contratación de mujeres trabajadoras en Polonia y Rumania, se ha producido hacia los antiguos trabajadores marroquíes (a la que nos referiremos al final del análisis). Titulares, destacados, fotografías y pies de fotos vienen a definir cuáles son los temas que la prensa considera de interés: titulares que se refieren a «Sirenas polacas en mares de plástico» (El Mundo), “Flores de otro mundo” (ABC) o “Ellos las prefieren rubias” (ABC); destacados y fragmentos del texto que se detienen en comparar la llegada de “estas mujeres rubias y de piel clara” con la de las mujeres suecas en la década de los 60 y 70, que anuncian cómo la llegada de las mujeres inmigrantes procedentes del Este “ha transformado el paisaje de Andalucía” o cómo, durante la época de la recogida de la fresa en Palos de la Frontera, llama la atención “el aspecto del paisaje físico”. En la misma línea se sitúan las imágenes fotográficas, que focalizan su atención en los cuerpos de estas mujeres, destacando en los primeros planos determinadas partes de su cuerpo (como cuando recogen fresas en bikini), reforzando con ello la perspectiva sexista del texto escrito, lo que refleja la importancia del cuerpo sexuado como portador y marcador de diferencias: “La transformación es espectacular. Daniela lleva ahora un vestido corto de color verde lima, y posa para la cámara. Dos hermanos españoles que trabajan en la finca la miran con admiración”. Este pie de foto de un reportaje publicado en el diario El País nos permite observar cómo la mirada masculina, la de la cámara y la de los dos hermanos, pero también la del periodista, una mirada que lejos de ser neutral se posiciona, selecciona e interpreta, convierte a las mujeres en cuerpos-objetos “diferentes” al sujeto dominante y, por tanto, no marcado, el hombre blanco.Más allá de la insistencia en el aspecto físico de estas mujeres, lo que se podría explicar en términos de hiper-visualización de su presencia física, cuestiones centrales relacionadas con este fenómeno social como las condiciones laborales, la organización de los procesos de trabajo, las características del sistema de contratación en origen y la realidad de los contextos más amplios de integración socio-cultural tienden a ser abordadas de manera superficial o a ser directamente silenciadas, invisibilizadas, en los textos informativos. Cuando aparecen, las cuestiones laborales y del sistema de cupos son planteadas desde la óptica de los empresarios, son ellos quienes tienen la palabra: en esta línea los textos hacen referencia a la doble ventaja que el nuevo sistema de cupos tiene para el gobierno y para los empresarios: “satisfacer la necesidad de recurrir a trabajadores extranjeros y, al mismo tiempo, no aumentar el número de inmigrantes” (El País), obviando con ello las consecuencias que esta modalidad de contratación tiene para las propias trabajadoras inmigrantes, las cuales son reducidas a la mera mano de obra que el mercado de trabajo andaluz necesita coyunturalmente.La propia forma de nombrar en el texto a los distintos sujetos sociales nos da pistas sobre la posición que ocupa cada uno de ellos en la sociedad. Mientras que los empresarios suelen ser presentados con nombres y apellidos, las trabajadoras suelen ser nombradas únicamente por su origen y por el número de mujeres (“una rumana”, “doce polacas”). Así lo ejemplifica un reportaje de El Semanal de El País cuyo texto comienza refiriéndose a un empresario -“Luis Pérez Quintero”- (con nombres y apellidos) mientras que ellas son presentadas únicamente con el nombre propio o incluso el diminutivo - “la Lili”, Mirella, Luminitza, Daniela y Anna”-, o con otras expresiones como “una docena de espaldas”; “pedí ocho y me dieron seis... me gustan más rumanas que polacas”, “importación de trabajadoras de Europa del Este” o incluso el propio título del reportaje, “Fresas del Este”. Tales estrategias de nominación responden a un proceso de cosificación y objetivación de las mujeres trabajadoras, para la mirada del empresario y del periodista dejan de ser sujetos sociales activos y pasan a convertirse en puros objetos. Cuando son reducidas a una parte de su cuerpo (la “espalda”), cuando se convierten en números (“una docena de...” u “ocho o seis”) o en el producto que ellas mismas recogen (“Fresas del Este”), convirtiéndose con ello en una mercancía más a “importar” desde Polonia o Rumanía, sufren un proceso de despersonalización, siendo encasilladas en una categoría homogénea, estática y cerrada: la de “las rumanas y polacas”.En los textos sobre las trabajadoras de la fresa encontramos dos modos articulados de construir la diferencia: por un lado, aquella diferencia que se imprime en los cuerpos en tanto que cuerpos femeninos y cuerpos extranjeros (a la que ya hemos aludido) y, por otro lado, la diferencia que se asocia a determinados trabajos y que los define como “más propios” de las mujeres inmigrantes. Con respecto a esta última modalidad observamos cómo los textos periodísticos analizados tienden a reproducir las ideologías sexuales sobre el trabajo basadas en las supuestas cualidades que las mujeres ofrecen para el trabajo de recogida de la fresa: la mayor flexibilidad y agilidad y la delicadeza de sus manos, en comparación con las de los hombres, se convertirán, a los ojos de los empresarios y ahora también de los periodistas, en cualidades idóneas para recoger un fruto tan delicado y perecedero como la fresa: en los textos periodísticos se insiste en que “ellas tienen un toque más suave, más apropiado para coger la fresa, y son más flexibles, por lo que se agachan mejor”. Igualmente se argumenta que “son mejores empleadas porque conviven mejor entre ellas, mantienen más limpio su alojamiento y, en general, se pueden adaptar más fácilmente”. Se reproduce así el ideal de feminidad asociado al cuidado, la delicadeza, la limpieza, la atención y la amabilidad y el comportamiento adecuado, de este modo, los valores tradicionalmente adscritos a la mujer en el ámbito doméstico se trasladan y tienen continuidad en los mercados de trabajo feminizados. Estas ideologías sexuales sobre el trabajo permiten así desviar la atención y ocultar determinadas realidades sociales que están en la base de la denominada modernización de la agricultura andaluza, como son las malas condiciones de vida y de trabajo de las mujeres en las fincas y las lógicas absolutamente desigualitarias que se encuentran tras los criterios de contratación en origen (a partir de los cuales se busca un perfil de mano de obra femenina, extranjera, procedente de zonas rurales y humildes, de mediana edad y con hijos en su país de origen, para garantizar así que dicha responsabilidad les lleva a cumplir más en el trabajo, ser más sumisas y regresar a sus países al finalizar la campaña).Junto a los discursos que consideran que las mujeres son más idóneas para coger un fruto tan delicado como la fresa encontramos otro tipo de construcciones de la diferencia basadas en la (hiper)sexualización de estas trabajadoras. Ya hemos apuntado cómo sobre estas mujeres se ha trasladado el imaginario socio-sexual consolidado en nuestro país sobre las turistas suecas durante los años sesenta y setenta, desde el que se definirá a las trabajadoras de la fresa fundamentalmente a partir de su aspecto físico y de sus relaciones sentimentales y sexuales con hombres de la zona. En el caso que nos ocupa esta estrategia resulta especialmente significativa pues se construye una imagen de las mujeres de Europa del Este ajustada a unos parámetros de belleza que responden a un modelo de género y de sexualidad –el de una mujer rubia, de piel clara, con cuerpos jóvenes, muy cuidados e hipersexualizados, muy liberal y abierta en el disfrute de su sexualidad, culta e independiente- casi opuestos a los que subyacen bajo la imagen de la jornalera andaluza definida con la expresión “mujer de campo”, que remite a una mujer de mayor edad, con arrugas, con las manos “muy trabajadas”, la piel estropeada del sol, con una mentalidad cerrada y conservadora en relación con las prácticas sexuales, inculta y dependiente del hogar. Algunas de las fotografías publicadas en diferentes reportajes en las que se intenta comparar y contrastar la imagen de estas mujeres del Este con la de las mujeres portuguesas de etnia gitana y las jornaleras andaluzas ilustran bien esta idea. Se recurre así a tópicos e imágenes estereotipadas que ven en las diferencias étnicas y en las cualidades supuestamente “femeninas” la vía desde la que construir la otredad cultural.Un ejemplo muy ilustrativo del modo en que este imaginario socio-sexual ha sido reproducido y amplificado por los medios de comunicación lo encontramos en un texto periodístico publicado recientemente en el diario ABC y titulado “Flores de otro mundo”, en el que el periodista construye ese discurso basado en la diferencia sexual que se articula en dos planos: a partir de las “habilidades femeninas” para recoger la fresa y en relación con el aspecto físico y la sexualidad de las trabajadoras: “Cada año, con el fresón, llega al campo onubense la revolución de las pieles blancas. Más de 20.000 mujeres de Polonia, Bulgaria y Rumanía responden a la llamada de la agricultura de primor que pide manos femeninas e inunda de cuerpos níveos, desinhibidos bajo los túneles ardientes de plástico, su vida provinciana. «Flores de otro mundo» que de marzo a abril se dejan el espinazo y, muchas, también la soltería. Aquí, más del 30% de los matrimonios son entre españoles y extranjeras. Ellas ganan marido y papeles y no vuelven a pisar el campo. Ellos, dicen, obtienen el bien impagable del amor. ¿Matrimonios de conveniencia? «¿Y quién lo dice? ¿Quién en España –inquieren- se casa por inconveniencia?»”. De este modo, mientras que en los discursos sobre las mujeres musulmanas la mirada del periodista se siente atraída por los cuerpos (excesivamente) cubiertos bajo el hijab (en otros casos el burka, el velo o el chador) en los discursos sobre las trabajadoras polacas y rumanas la mirada se detiene esta vez en los cuerpos (semi)descubiertos. Los aspectos que se hipervisibilizan a través de los primeros planos son, en este sentido, opuestos en cada tipo de representación. Para finalizar nos gustaría apuntar otra cuestión que nos parece importante tener en cuenta a la hora de comprender cómo se construyen los imaginarios sociales sobre las mujeres de Europa del Este, y es que tales imaginarios se han ido fraguando desde los primeros años en oposición a las representaciones consolidadas sobre los antiguos trabajadores marroquíes contratados en la campaña de la fresa. Como bien refleja la siguiente noticia publicada en El País y elaborada en su totalidad a partir de las declaraciones del presidente de Freshuelva, la imagen de los trabajadores marroquíes aparece ligada a la tradición y la diferencia cultural, entendida ésta como problemática: «Hay que reconocer que el trabajador marroquí es más polémico porque tiene otras costumbres, otra cultura, diferente a la nuestra. Le cuesta más convivir con razas distintas a la suya porque tiene una cultura distinta. Y esto no significa ser racista. Estamos en una economía de mercado en la que las empresas y las Administraciones han intentado traer a personas lo menos polémicas posibles» (declaraciones del presidente de Freshuelva). Al reproducir de forma literal este discurso basado en un racismo culturalista, sin ser si quiera cuestionado o revisado críticamente, el texto periodístico justifica tanto la exclusión social y laboral que hoy en día siguen sufriendo los trabajadores marroquíes y ahora también subsaharianos como la creciente feminización de la mano de obra, sin hacer alusión a la precarización de las condiciones de trabajo y de vida que ha supuesto esta feminización del trabajo en la fresa. Lamentablemente, el trabajo de campo que hemos realizado durante la campaña pasada (2005-2006) en los pueblos de Moguer y Palos de la Frontera no ha hecho sino confirmar la vigencia de este tipo de discursos tanto sobre las mujeres del Este como sobre los trabajadores marroquíes.De este modo, mientras que las mujeres de Europa del Este aparecen además de definidas por su aspecto físico como buenas trabajadoras y fácilmente integrables, pues son percibidas como “europeas”, esto es, “modernas” y similares culturalmente, los trabajadores marroquíes aparecen asociados a universos temáticos todos ellos negativos y que aluden a la conflictividad: ya sean los conflictos que ocasionan los marroquíes (al ser polémicos, no cumplir en el trabajo, robar a los vecinos de los pueblos, no adaptarse a nuestra cultura, intentar violar a las mujeres rumanas y polacas) o los conflictos que padecen (sufren el rechazo social, malviven en los campamentos, deambulan sin trabajo, ni vivienda ni comida etc.). El siguiente titular «No queremos moros, tenemos polacas». «El síndrome de El Ejido planea sobre la fresa onubense, colapsada por los inmigrantes» (ABC), refleja esta imagen polarizada que se tiene de ellas y de ellos y el escenario social (el síndrome de El Ejido) en el que se presentan los acontecimientos.Por lo tanto, los lectores no tendrán dificultades en aceptar socialmente a las trabajadoras del Este, en proyectar una valoración positiva sobre ellas (la cual sólo se romperá cuando en años más recientes salten a los medios los escándalos sobre las separaciones matrimoniales en la zona como resultado de las relaciones sentimentales que estas trabajadoras comenzarán a mantener con vecinos y agricultores de los pueblos onubenses). Por el contrario, en el escenario en el que son insertados los trabajadores marroquíes las percepciones y emociones que se movilizan son bien distintas. Esta vez el miedo y la compasión condicionarán la impresión que los lectores se lleven de estos inmigrantes. Marta Rizo (2000) analiza la capacidad provocativa del lenguaje para movilizar emociones y advierte que las emociones son también fuente de conocimiento: los textos informativos no se limitan a “hacer saber”, sino también intentan “hacer creer” y, mediante la movilización de las pasiones, “hacer sentir”. En este caso los lectores sentirán miedo y amenaza en las noticias que insisten en sus comportamientos peligrosos, delictivos o problemáticos para su integración, sentirán compasión en aquellos momentos en los que los autores enfaticen las situaciones de vulnerabilidad social en las que se encuentran en los campamentos, sin trabajo, vivienda ni comida, rodeados de basura y teniendo incluso que robar para poder alimentarse o el rechazo social que sufren por parte de la población. De este modo observamos cómo los medios se valen de formas “propias” de la ficción para narrar la realidad dramatizándola: qué mejor forma de contar un suceso que haciendo que el espectador no sólo lo conozca sino que también lo sienta. Si dirigimos nuestra mirada hacia el contexto mediático más amplio podremos observar cómo emociones similares se han movilizado en los medios de comunicación en noticias, telediarios y reportajes que hacen referencia a las mafias de Europa del Este que asaltan nuestras casas, a las mafias de colombianos que controlan redes de prostitución y explotación sexual, a la llegada “masiva” e “incontrolada” de inmigrantes a nuestras costas, a modo de avalancha o invasión, o a todo ese conjunto de noticias que aluden al terrorismo islámico que amenaza a la “civilización occidental”. Todas estas informaciones refuerzan y crean ese sentimiento de miedo, amenaza y alarma social. Por otra parte, las continuas noticias sobre las muertes y naufragios en El Estrecho, los incidentes racistas cometidos contra la población extranjera, los inmigrantes que son engañados por las mafias para llegar a España, los que aparecen muertos en las ruedas de un camión o en la bodega de un barco, en la misma línea que las noticias sobre la situación de pobreza y las guerras y catástrofes humanas que se producen en sus países de origen, contribuyen, esta vez, a provocar una mirada que se compadece de ellos. Cabe señalar que desde una perspectiva feminista no podemos dejar de obviar que este sentimiento de compasión se moviliza aun en mayor grado cuando se trata de mujeres, recordemos las noticias mencionadas más arriba sobre las mujeres marroquíes vendidas en matrimonio, sometidas a prácticas como la ablación de clítoris, mujeres embarazadas que mueren al cruzar el Estrecho o que dan a luz en una patera, mujeres inmigrantes explotadas sexualmente, asesinadas, traficadas.... Queda abierto el debate sobre si este tipo de textos informativos e imágenes visuales que se valen de determinados mecanismos para movilizar la compasión contribuyen realmente a construir lazos de solidaridad y abren el camino a la igualdad social o si, por el contrario, refuerzan esa mirada jerarquizada sobre los Otros y las Otras Culturales, inferiorizadas y necesitadas.§ Bibliografía. CASANOVA, V. (2001a): “El velo en Egipto. ¿Símbolo de represión o seña de identidad”, Nación Árabe, nº 44, 87-95. IMBERT, G. (1993): “Los escenarios de la violencia: la información como espectáculo”, Archipiélago, nº 14, pp.61-68. RIZO, M. (2001): “Miedo y compasión: dos estrategias de movilización afectiva en el discurso informativo sobre el inmigrante”, en Comunica, nº 2, marzo. RODRIGO ALSINA, M. (1989): La construcción de la noticia, Barcelona, Paidós. VAN DIJK, T.A. (1997): Racismo y análisis crítico de los medios, Barcelona, Paidós.
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